Cuando pensamos en el mantenimiento en general de nuestro coche es normal cuidar siempre de los elementos más comunes y de los que están más a la vista. La mayoría recuerda cada cierto tiempo cambiar el lubricante, revisar el estado de su batería, el nivel de refrigerante y la presión de los neumáticos.

Hay otros componentes que están menos visibles, son olvidados y no son revisados con la frecuencia necesaria, uno de ellos es el sistema de escape que se encarga de reducir la presión generada por la combustión del motor, sin este sistema los gases serían expulsados con una presión muy elevada generando un ruido escandaloso, y si está en mal estado, nuestro coche puede sufrir para expulsar los gases y ver comprometida la eficiencia del motor.

Hacemos cientos de kilómetros mensualmente con nuestro coche, en donde podemos toparnos con carreteras y autopistas mojadas que contribuyen con la corrosión de la parte externa del sistema de escape. Por otra parte, los gases y vapores que circulan a través de lo van deteriorando internamente.

Cuando el sistema de escape presenta averías podemos escuchar sonidos como un silbido o traqueteo debajo del coche con lo cual podemos estar seguros que necesita una reparación. También el sistema de escape es capaz de indicarnos problemas que pueda estar presentando el motor, como por ejemplo la salida de humo azul nos revela que hay lubricante pasando a la cámara de combustión por un desgaste de las gomas de las válvulas o de los anillos de los pistones. El humo de color blanco puede hablarnos de una fuga de líquido refrigerante o que las mangueras de vacío están llevando el fluido de freno o transmisión hacía el múltiple de admisión.

Por estas razones no dejes de estar atento al estado de tu sistema de escape, revisarlo periódicamente ayudará a prevenir o detectar fallas que pudieran acabar con tu motor y hasta con tu salud, ya que las fugas, aunque a veces no generen ruido, expulsan monóxido de carbono que produce dolores de cabeza y náuseas.

Esther R.